Primera página de mi ponencia titulada: Jules Verne, poeta:

Infancia
¿Qué hay más tierno y poético que una escapada del niño Jules a la edad de once años?
Se cuenta que en 1839, Jules intentó embarcarse en un navío larga distancia que partía a las Indias, como polizonte. Su padre fue a buscarlo a la desesperada en Paimboeuf. Su hijo le confesó que quiso partir para traerle un collar de coral a su prima, Caroline Tronson, de la que estaba enamorado.
Como su padre le riñó ásperamente, este le prometió viajar sólo en sueños.
No es más que una leyenda enriquecida por la imaginación familiar pues, en sus Recuerdos de infancia y de juventud, cuenta que se subió a bordo de un velero, lo exploró, giró el timón, etc… en ausencia del vigilante, nada más, lo que le valió la reprimenda del capitán.
La isla Feydeau, en donde se encuentra la casa natal de Julio Verne, por aquel entonces era una isla, entre dos brazos del Loira. El inmueble 2 muelle Jean- Bart, donde pasó los catorce primeros años de su vida, dominaba la confluencia del Loira y el Erdre. De la casa de campo de Chantenay, se veía cómo se desplegaba la actividad del puerto hasta el corazón de la ciudad.
Un poeta de quince años
En la familia Verne, se practicaba con gusto la poesía de circunstancia: nacimientos y bodas eran la ocasión para celebrar en verso la alegría del amor y de la familia. Por lo cual, Verne empezó a versificar muy joven. Al principio, componía la letra para las canciones en dichas celebraciones.
un año antes de su fallecimiento, en 1904, declaró a un periodista:
Tenía siempre conmigo un lápiz, desde los doce o catorce años. En la época en que iba a la escuela, no paraba de escribir, trabajando sobre todo la poesía.
Es en la adolescencia, cuando comienza escribir a mano  dos cuadernos de poesía que lo acompañaron toda su vida y que, permanecieron inéditos hasta su muerte, siendo publicados en 1989 (CP I, CP II).
Pues bien, este joven poeta que versificaba desde niño, había leído poesía de sus contemporáneos, sin duda puesto que sabido es, admiraba a Víctor Hugo, Alejandro Dumas (hijo). Versificó sus poemas utilizando, como no podías ser de otro modo la Métrica clásica ya que era el modus operandi de cualquier poeta que se preciara: tercetos, cuartetos, quintetos, sextetos y sonetos.
Y además se sirvió de estrofas que tienen mucho que ver con la música: la canción, el rondó, el triolet, el lay. Hay una íntima relación entre Poesía y Música en su obra.
Los poemas seleccionados para hacer su versión en castellano proceden de: Bibliographie des Poésies de Jules Verne por Olivier Dumas, publicados en el Bulletin Spécial Poésie por parte de la Société Jules Verne de París, en 1987.
Están en orden cronológico de creación dentro de los dos bloques temáticos: Poesía lírica, Poesía satírica.

Comparto tres poemas dos líricos y uno satírico, muestra de mi trabajo de traductora en este ponencia presentada para el IV Congreso Internacional Verniano en Cartagena de Indias , Colombia, 2024.

 

1.-Acróstico

¡Ay de mí! Le he entregado mi corazón débil e inerme,
Y toda mi alma confió en tu bondad:
Mira: sólo tengo lágrimas y alegría,
Marcas de amor ¡Ay! o de infidelidad.
Necesitas decidir qué te inspira tu corazón;
¡Ya no evites mi alegría o mi dolor!
Para ti para amarte me queda una sonrisa…
¡Y por tu rechazo conservaré mi llanto!

(1847)
CP I nº IV.

La hija del aire

À Herminie

Soy rubia y adorable,
Alada y transparente,
Fuego fatuo ligero, Sílfide hija del aire,
¿Puedo temer algo?
¿Extinguirme una noche ?
¡Qué me importa morir como se muere el rayo!

Vuelo por las nubes;
Desconocidas para los mortales,
¡Compito riendo con la velocidad de los céfiros!
No hay tempestad
Que se asome a mi cabeza;
Planeo y ya no oigo suspiros lejanísimos.

Voy adonde va la aurora;
Se me puede encontrar aún
En los mares ¡donde fogoso se hunde el sol!
Cuando lo trae de nuevo,
Presta, sin perder el aliento,
Me uno a él y es a mí a quien saludan cuando me despierto.

¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿A dónde voy?
¿Teniendo como único cortejo
Los pájaros del aire, las estrellas del cielo?
No lo sé; pero tranquila,
A los pensamientos indócil,
¡Emprendo el vuelo al cénit, frontón radioso!

A veces me siento apretada;
Pero es el blando abrazo
Del amor ¡que me acuna en vivo ardor!
Conozco todos sus encantos;
Ignoro sus lágrimas,
Y siempre riendo, voy de flor en flor.

Viva, alerta y locuela
Idólatra del aire puro
Vuelo con Iris de colores sin par;
A menudo me oculto
En los pliegues de su vestido
Hecho con rayos del sol, de claro tejido.

A menudo en mi audacia
Encuentro al paso
Un alma que vuela a la celeste morada;
No puedo, buena y tierna,
Cuando alcanza a oírme,
¡Dejar de desearle que a mí retorne feliz!

Ecos de tristeza
Me enseñan que la frivolidad
No siempre reina en las cosas de aquí abajo,
Y que a veces la guerra
Remueve la tierra.
¡El hambre, el frío, la sed! ¡mejor, no hablar!

Si antaño algo
Me venía; de la rosa
¡Era el dulce perfume que el viento me traía!
Creía, pobre loca,
La rosa, el símbolo
¡De la dicha que la tierra a mis ojos presentaba!

La tierra a través del espacio
En el orden trazado
Arrastra demasiadas desgracias y penas en su vuelo;
El ruido a menudo lo atestigua,
Su espectáculo es funesto,
¡Seguro que ni merece la pena girar el cuello!

Por qué ocuparme de ella,
Soy joven y bella;
Mis labios son de rosa, mis ojos de azur;
En mis rasgos tan límpidos
El honor pondría arrugas;
¡La tierra perdería el brillo de mi cielo puro!
A veces viva y loquita,
Persiguiendo la cometa,
¡Tomamos ímpetu por espacios desconocidos!
En mi frente mido
Su rubia cabellera
¡Que arrastra aérea un ardiente surco dorado!

Cuando me paseo
Para entretenerme,
¿Por qué no de compañía las palabras dulces y púrpuras?
¡Pues qué! ¿No tendré alguna?
¡Ah! Perdón, tengo la luna,
¡La estrella, el planeta, y mil soles míos!

A veces tengo ángeles,
Pues sus santas falanges,
Las sigo al rezar; más presta que el rayo;
Sin provocarles envidia,
Prefiero mi vida;
Nada hay tan dulce a los sentidos como nadar por el aire.

Si el sueño me alcanza,
Mi capa me acompaña,
Cubierta de un manto bordado de azules zafiros;
En medio de oleadas de luz,
Cierro mis párpados,
Dejando flotar mi vestido entreabierto a los céfiros.

(1847)
CP I nºXI.

 

¡Qué ciego!

Si encontráis al dios Mercurio,
Amigo, decidle de mi parte,
Que me asegure contra el hurto,
Esta noche, debo volver muy tarde
¡Y temo alguna desventura!

Sé que este rey de rateros
Antaño pudo satisfaceros,
Pues era de los suyos a menudo;
Pero ¿tal vez no está en tierra?
¡No contéis con sus favores!

¿En tierra? ¿Vuestra clarividencia
Hoy ausente se encuentra?
¿Vais a volver a la infancia?
¡ Levantad pues la vista hacia arriba!
¡Es el quien reina Francia!

1847
CP I nº XXIII.

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