Aquella tarde primaveral, a pesar del gris meteorológico y del incesante chispeo de lluvia avistada desde su ventana, se preparó de la mejor manera posible para acudir a su cita mensual de la Poesía. Al entrar al local, iluminado pero con la música más baja de lo habitual, se preguntó si llegaba con antelación o con demora y a medida que descendía las escaleras, se preguntó también a qué altura se hallaba el falso, traidor y ahora ya maldito peldaño. Después ya no tuvo tiempo de preguntarse nada más. En la fulminante caída, ni triunfal ni aplaudida, sabía se estamparía sin piedad, brutalmente contra las frías y despiadadas baldosas antes de que vinieran unas manos amigas en su ayuda. No fue un elegante traspiés, ni un coqueto giro vacilante, fue un salto al vacío, como si de atleta entrenada se tratara. Porque no pisó, cabalgó sobre los tres restantes peldaños unas milésimas de segundos, justo antes de sentirse en colisión brutal contra el frío suelo. Pas de chance!!! Mon Dieu!!! Ou là là, là là…!!! 10 de mayo-2019
Tropezó, voló y aterrizó
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