Un poema con el título de Masacre, bilingüe, surgido inmediatamente después de los atentados múltiples en París, en noviembre del 2015.
Masacre
Fanáticos
sanguinarios asesinos
de sangre fría
y odio en el corazón
Os armasteis
hasta los dientes
para vuestra Santa Guerra
que creéis
os hará disfrutar
eternamente
de miles de huríes
en vuestro Paraíso Imaginario
Es esto
habéis ocupado los días
de vuestra vida:
en declarar la guerra
a vuestros enemigos
a aquellos con los que
convivís,
la guerra
contra los que
os han abierto puertas
en vuestro camino
Apóstoles caídos
Locos incendiarios
Os cedemos el paso
Morir primero vosotros
y sobre todo
-Inmolaos solos-
Massacre
Fanatiques
sanguinaires assassins
de sang froid
la haine au coeur
Vous vous armez
jusqu´au dents
pour votre Sainte Guerre
en croyant
qu´elle vous procurera
éternellement
des milliers de houris
dans votre Paradis Imaginaire
Pour cela
vous avez passé toute
votre vie
à déclarer la guerre
à vos ennemis
à ceux que vous
côtoyez
la guerre
contre ceux qui
vous ont ouvert leur portes
sur votre chemin
Apôtres déchus
fous incendiaires
nous vous cédons le pas
Mourrez les premiers
et surtout
-n´immolez que vous-
Traduction: André Philippot et Stella Maris
Una prosa poética: Indigente
Aquella tarde de agosto ventoso, lo que menos me podía esperar era que tendría un encuentro en la tercera dimensión, con ella. Se podría decir que esta dimensión se mediría en décadas, al menos tres.
Amiga no muy frecuentada por mí pero sí presente habitual en círculos de amigos comunes. Después de habernos visto, mi memoria recordó nítidamente algo. Poco tiempo después de haber sido presentada a mi chico, una tarde cualquiera del mes de agosto tuvo una escapada con él, supongo que sin pensárselo más y me lo arrebató, ambos se metieron en el barco que hace la travesía de la ría, y allí se estuvieron en amor y compañía. Ahora me sonrío pero en aquel momento me pareció una traición!!!
Ya no quise saber nada más de ella.
Pasados años, sabía por otras personas que estaba desaparecida, de todos los ambientes y que tal vez malvivía. Y desde que lo supe, me inquietaron sus noticias. Del mismo modo que su ausencia. Ahora ya no había ningún resquicio de animadversión contra su persona…
Allí me la encontré, detrás de la urbe, amparada por los últimos reductos de barrios periféricos, caminando en línea paralela a estas casas colindantes, inseparables, que parecerían enganchadas al tren del olvido, como ella, tal vez.
Mas ella no caminaba, se limitaba a seguir el ritmo que su cabeza imponía a sus miembros. Con todo, el reconocimiento mutuo fue raudo, las palabras intercambiadas también. Así que decidimos buscar un café a la vista, una terraza, a pocos metros del reducto.
El diálogo fue corto y sincero, no siempre inteligible. Hacía ya un tiempo que sus apuros económicos la habían llevado a alojarse en una pensión del barrio, inalterable, discreto y semioculto, lejos del centro que tanto había transitado.
Al tiempo que la escuchaba, contemplaba su ropa, aparentemente limpia, aunque heredada, sin duda; era, un ropaje ajeno a su personalidad pretérita. Su rostro, su cuerpo, su vestimenta y sus miembros hablaban más que todas las palabras que oía y que apenas comprendía.
¿Dónde se hallaba su glamour?
Ni en su atuendo, ni en sus andares, ni en sus modales al descolgar el teléfono dorado. Se había volatilizado. Al igual que aquella boutique que poseía en una de las galerías más céntricas de la ciudad.
No reconozco su silueta, ni sus andares, ni el movimiento compulsivo, frenético de su pierna, y menos aún, su opaca vestimenta, su porte desaliñado, sus incomprensibles palabras, sus compulsivos gestos.
¿Por qué este desvarío, estas inconexas palabras?
De la ella que conocía, no reconocía apenas nada.
Por el contrario, parecía estar en libertad consigo misma, en este mundo que se debió construir, aunque noté muy bien cómo se le entrecortaba la respiración, a su paso por estos andurriales, en esta fortuita, inesperada parada.
Deambula, viste, canturrea, habla, respira en esta realidad existente sólo para ella, invisible para los otros, imbuida en una especie de niebla protectora que la convierte en extraña a sí misma e inexistente a los ojos de los demás.
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