Vino una bruja a mi domicilio, sin previo aviso. Pérfida y maliciosa, me entrega documento inocente en mano, con aires angelicales. Yo, que confío en el primer momento, a punto estuve de agradecer el gesto.
Afortunadamente, apenas entornada la puerta, la bruja se desveló en vecina del lugar, el papel me ardió en mi mano al tiempo que me advirtió de todos los peligros que conllevaría su eventual firma.
Feliz reacción la mía que me impidió caer en trampas legales, me libró de injustas batallas o de venideros e indeseados problemas comunales.
Sobreira, 1 de septiembre 2017
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