Aide-moi maintenant

Aide-moi maintenant, air noir et frais, cristal
noir. Les légères feuilles bougent à peine
comme pensées d´enfants endormis. Je traverse
la distance transparente, et c´est le temps
même qui marche ainsi dans le jardín,
comme il marche plus haut de toit en toit, d´étoile
en étoile, c´est la nuit même qui passe.
Je fais ces quelques pas avant de remonter
là où je ne sais plus ce qui m´attend, compagne
tendre ou détournée, servantes et dociles
de nos rêves ou vieux visage suppliant…
la lumière du jour, en se retirant
-comme un voile
tombe et reste un instant visible autour
des beaux pieds nus-
découvre la femme d´ebène
et de cristal, la grande femme de soie noire
dont les regards brillent encore pour moi
de tous ces yeux peut-être éteints depuis longtemps.

 

La lumière du jour s´est retirée, elle révèle,
à mesure que le temps passe et que j´avance
en ce jardín, Conduit par le temps,

autre chose
-au-delà de la belle sans relâche poursuivie,
de la reine du bal où nul ne fut jamais convié,
avec ses fermoirs d´or qui n´agrafent plus nulle robe-
autre chose de plus caché, mais de plus proche…

 

Ombres calmes, buissons tremblant à peine, et les
couleurs,
elles aussi, ferment les yeux. L´obscurité
lave la terre.

 

C´est comme si l´immense
porte peinte du jour avait tourné
sur ces gonds invisibles, et je sors dans la nuit,
je sors enfin, je passe, et le temps passe
aussi la porte sur mes pas

 

Le noir n´est plus ce mur
encrassé par la suie du jour éteint,
je le franchie, c´est l´air limpide, taciturne,
j´avance enfin parmi les feuilles apaissées,
je puis enfin faire quelques pas, léger
comme l´ombre de l´air,

 

l´aiguille du temps brille et court dans la soie noire,
mais je n´ai plus de mètre dans les mains,
rien que de la fraîcheur, une fraîcheur obscure
dont on recueille le parfum rapide avant le jour.

 

(Chose breve, le temps de quelques pas dehors,
mais plus étrange encore que les nuages et les dieux.)
À la lumière d´hiver, 1997

 

Ayúdame ahora

Ayúdame ahora, aire negro y fresco, cristal
negro. Las ligeras hojas apenas se mueven,
como pensamientos de niños adormecidos. Atravieso
la distancia transparente, y es idéntico
el tiempo que camina así por el jardín,
como camina más elevado de tejado en tejado, de estrella
en estrella, es idéntica la noche que pasa

Doy unos pasos antes de volver a subir
ahí donde ya no sé quién me espera, compañera
tierna o encubierta, sirvientas tan dóciles
de nuestros sueños o viejo rostro suplicante…
la luz el día, al retirarse
-como un velo
cae y permanece un instante visible alrededor
de unos bellos pies desnudos-
descubre a la mujer de ébano
y de cristal, la gran mujer de seda negra
cuyas miradas brillan aún para mí
de todos estos ojos apagados tal vez desde hace tiempo.

La luz del día se retiró, descubre,
a medida que el tiempo pasa y que avanzo
por este jardín, conducido por el tiempo,
Otra cosa
-más allá de la bella perseguida incansablemente,
de la reina del baile al que ninguno fue jamás convidado,
con sus pasadores de oro que ya no enganchan ningún vestido-
otra cosa, más oculta, pero más próxima…

Sombras calmadas, matorrales que apenas tiemblan, y
los colores,
también ellos cierran los ojos. La oscuridad
lava la tierra.

Es como si la inmensa
puerta pintada del día hubiera girado
en sus goznes invisibles, y salgo por la noche,
salgo por fin, paso, y el tiempo pasa
también la puerta a mi paso

Lo negro ya no es este muro
engrasado por el sebo del día extinto
lo franqueo, es el aire límpido, taciturno,
avanzo finalmente entre las apaciguadas hojas
y puedo por fin dar algunos pasos, ligero
como la sombra del aire,

la aguja del tiempo brilla y corre por la seda negra,
pero ya no tengo metro entre mis manos,
solo frescor, un oscuro frescor
del que se recoge el perfume rápidamente antes del día.

Poca cosa, solo unos pasos afuera,
Pero mucho más extraño que los magos y los dioses

A la luz invernal, 1997

 


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