Apegados a la tierra, a lo rutinario, ya sea en tareas domésticas o en asuntos profesionales, cuentan minuciosamente todas las incidencias acaecidas en el día hasta la saciedad, como si fueran hechos insólitos, sorprendentes, como si su relato desprendiese inevitablemente una comicidad, un obligado interés .
Miran siempre con gran frontalidad, es su única fuerza, sin embargo ese realismo simplista unifrontal les incapacita para dirigir los ojos a un campo plural de la realidad física o inmaterial.
Pies de terracota, ajustados en simétricas filas, inmovilizados a la misma altura, su campo de visión, de actuación, está condicionado al hieratismo de sus cuerpos, al espacio entrevisto entre las filas de este pelotón de soldados disciplinados, ejecutantes de rutinas de lo cotidiano, aferrados a la materialidad de las cosas, tan unilateral es su personalidad, aparentemente normal.
Cuando, entusiasmados, relatan horarios, cifras o precios de manera pormenorizada, ametrallan la narración con tantos datos adicionales e innecesarios que al interlocutor ocasional ya no le interesa el afortunado o desafortunado desenlace.
Si en alguna ocasión escuchan, es solo con el objetivo de volver a introducir la misma anécdota curiosa, especial, sucedida en su jornada y que a los otros resulta de una vulgaridad, de un simplismo exagerados.
Seres vivos de terracota, uniformados y alineados, vuestra base es de dudosa solidez debido a que carecéis de una tercera dimensión en vuestro limitado espacio, fundamental para que el cuadro dé sensación de realidad, de movimiento, de vida.
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