Carolina Coronado

 

12-diciembre-1820, Almendralejo
15-enero-1911, Lisboa, Portugal

Victoria Carolina Coronado y Romero de Tejada, Carolina Coronado fue una escritora española, autodidacta y con una gran sensibilidad, considerada la equivalente extremeña de otras autoras del Romanticismo coetáneas como Rosalía de Castro y literata de tal notoriedad que la llegarían a comparar con Bécquer, además de una virtuosa del piano y del arpa. Publicó en 1843 un tomo de Poesías, reeditado en 1852, que prologó Hartzenbusch. Escribió también novelas y obras teatrales con predominio de temas históricos, compromiso social y defensa social y cultural de la mujer.
Nació en el seno de una familia acomodada, pero de ideología progresista, lo que provocó que su padre y su abuelo fueran perseguidos. Tras mudarse a la capital de provincia, Badajoz, Carolina sería educada de la forma tradicional para las niñas de la época: costura, labores del hogar… pese a lo cual, ya desde pequeña mostró su interés por la literatura, y comienza a leer, robando horas al sueño, cualquier género u obra que puede conseguir. Por ello desarrolla una extraordinaria facilidad para componer versos con un lenguaje algo desaliñado e incluso con errores léxicos, pero espontáneo y muy cargado de sentimiento, motivado por amores imposibles, entre los cuales destaca Alberto de quien se duda si realmente llegó a existir. Sus primeros poemas datan de la temprana edad de 10 años.
Posiblemente también contribuyese a su temperamento romántico la afección de catalepsia crónica que padecía, llegando a morir varias veces, lo que hizo que se obsesionase con la idea de poder ser enterrada en vida, hasta tal punto que embalsama el cadáver de su marido, negándose a enterrarlo e incluso dirigiéndose a él con el apelativo de «el silencioso». Incluso tiene varias «premoniciones» en las que anticipa el fallecimiento de sus hijos.
Habiendo hecho voto de castidad tras la muerte, en el mar, de Alberto (fuese éste real o imaginario), lo anula al casarse en Madrid a fecha de 1852 con Justo Horacio Perry, secretario de la embajada de EE.UU.
Siendo ella revolucionaria, su residencia madrileña se hizo famosa por las tertulias literarias que en ella se realizaban, ya que sirvió como punto de encuentro para escritores progresistas y refugio de perseguidos, llegando a asistir algunos de los más renombrados autores del momento, como Emilio Castelar. Sin embargo, este refugio clandestino, y su afinidad por la revolución, causarían que sufriese la censura de la época.
Participó también en la campaña contra la esclavitud y llegó a ser con Concepción Arenal, del cuadro dirigente de la sociedad Abolicionista de Madrid. ”A la abolición de la esclavitud en Cuba”, poesía que provocó un escándalo político al ser declamada en público el 14 de octubre, poco después de estallar la Revolución de 1868, con la que simpatizaban Coronado y su marido.
Pese a ello, logró publicar algunas de sus obras en periódicos y revistas hasta lograr cierta fama, a la que también contribuyó su belleza física, que causó notoria admiración en otros escritores románticos…
De claro estilo romántico, consiguió unas composiciones con una gran carga de sensualidad, muy próximas al naturalismo, como en su poema más conocido: “ El amor de los amores” que escribió en «Sierra Jarilla» tras la muerte de Alberto.
Carolina Coronado se dedicó desde muy joven no solo a la composición de sus propios versos, sino a la lectura de importantes autores, en los que ella se apoyó y se inspiró ya que fue autodidacta. Le apasionó la lectura de Tarso, Petrarca y Lamartine y tradujo sus obras italianas al español. Además tenía entre sus páginas favoritas las de la obra de Santa Teresa, Fray Luis de León, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Menéndez Valdez y otros, y aprendiendo de todos ellos.
La producción más importante de Coronado es la poética, aunque escribió también novelas y obras de teatro, como se dijo antes.
Sus poemas fueron recogiéndose poco a poco en revistas, y más tarde, en 1843, se recopilaron en un volumen, con prólogo de Hartzenbusch. En las posteriores ediciones de 1852 y 1872 se incorporaron nuevos poemas. Sin embargo, hasta hace poco se ha podido conocer la totalidad de su obra.
Poemas como «La rosa blanca», «Tú eres el miedo», «Se va mi sombra, pero yo me quedo» y «El amor de los amores», serían recordados como sus mejores obras
En prosa escribió un total de quince novelas, a destacar Luz, El bonete de San Ramón, La Sigea, Jarrilla, La rueda de la desgracia (1873) y Paquita (1850), ésta última considerada por algunos críticos como la mejor de todas.
También escribió obras teatrales como El cuadro de la esperanza (1846), Alfonso IV de León, Un alcalde de monterilla y El divino Figueroa, aunque sólo logró estrenar la primera.
Publicó asimismo, otros trabajos, publicados en El Semanario pintoresco español, como su ensayo, Los genios gemelos : Safo y SantaTeresa, obra controvertida por la elección de las dos figuras: Santa Teresa de Jesús y la poetisa de Lesbos, Safo. Tanto la elección de las dos figuras como las reflexiones que vierte, le sirven a Carolina como contrapunto para proclamar sentimientos más allá de la preocupación literaria.
Otras publicaciones, como La Ilustración, dieron a conocer las impresiones de un largo viaje que le llevó a la escritora por Francia, Inglaterra, Bélgica y Alemania.
Las primeras composiciones de Carolina fueron poesía, como ya se dijo antes. La literatura fue para ella un oasis donde refugiarse de su naturaleza enfermiza, contando también con varias depresiones de carácter nervioso a lo largo de su vida, agravadas por las pérdidas de sus hijos.
Apoyada por escritores de la época como: Harztenbuch, Donoso Cortés, Bretón de los Herreros, Martínez de la Rosa, que la recibieron con los brazos abiertos en el mundo de las letras.

Obra poética:
Poesías, 1843
Se va mi sombra pero yo me quedo,1848

Fuente: wikipedia

Mi selección poética:

EL AMOR DE LOS AMORES

I
¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a Ti, dulce amor mío,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?…

A Ti, sin nombre para mí en la tierra,
¿cómo te llamaré con aquel nombre,
tan claro que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

¿Cómo sabrás que enamorada vivo
siempre de Ti, que me lamento sola
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

Aquí estoy aguardando en una peña
a que venga el que adora el alma mía;
¿por qué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales
todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma libros virginales?

Y ¿por qué de mi vida has de esconderte?
¿Por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas,
como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

Pero si quieres esperar la luna,
escondida estaré en la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa,
no nos podrá seguir paloma alguna.

Y no temas si alguna se despierta,
que si te logro ver, de gozo muero,
y aunque después lo cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta? `[…]

LA LUNA ES UNA AUSENCIA

Y tú, ¿quien eres de la noche errante
aparición que pasas silenciosa,
cruzando los espacios ondulante
tras los vapores de la nube acuosa?
negra la tierra, triste el firmamento,
ciegos mis ojos sin tu luz estaban,
y suspirando entre el oscuro viento
tenebrosos espíritus vagaban.

yo te aguardaba, y cuando vi tus rojos
perfiles asomar con lenta calma,
como tu rayo descendió a mis ojos,
tierna alegría descendió a mi alma.

¿Y a mis ruegos acudes perezosa
cuando amoroso el corazón te ansía?
Ven a mí, suave luz, nocturna, hermosa
hija del cielo, ven: ¡por qué tardía!

LA ROSA BLANCA

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.

A UNA GOTA DE ROCÍO

Lágrima viva de la fresca aurora,
a quien la mustia flor la vida debe,
y el prado ansioso entre el follaje embebe;
gota que el sol con sus reflejos dora;

Que en la tez de las flores seductora
mecida por el céfiro más leve,
mezclas de grana tu color de nieve
y de nieve su grana encantadora:

Ven a mezclarte con mi triste lloro,
y a consumirte en mi mejilla ardiente;
que acaso correrán más dulcemente
las lágrimas amargas que devoro
mas ¡qué fuera una gota de rocío
perdida entre el raudal del llanto mío…!

NADA RESTA DE TI

Nada resta de ti…, te hundió el abismo…,
te tragaron los monstruos de los mares…
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.

Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida,
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.

Darnos la vida a mí y a ti la muerte;
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
¡es la maldad más grande de la suerte!..

A LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

Si libres hizo ya de su mancilla
el águila inmortal los africanos,
¿por qué han de ser esclavos los hermanos
que vecinos tenéis en esa Antilla?

¿Qué derecho tendrás, noble Castilla,
para dejar cadenas en sus manos,
cuando rompes los cetros soberanos
al son de libertad que te acaudilla?

No, no es así: al mundo no se engaña.
Sonó la libertad, ¡bendita sea!
Pero después de la triunfal pelea,

no puede haber esclavos en España.
¡O borras el baldón que horror inspira,
o esa tu libertad, pueblo, es mentira!


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