1916-1979
Blas de Otero Muñoz (Bilbao, 15 de marzo de 1916 – Majadahonda, Madrid, 29 de junio de 1979) fue uno de los principales representantes de la poesía desarraigada de la Generación de posguerra en España.
Nació en el seno de una familia burguesa y comenzó sus primeros estudios en colegios jesuitas, donde recibió una formación religiosa, con la que rompería más tarde para convertirse en uno de los principales exponentes de la poesía social. Tras terminar su bachillerato en Madrid se licenció en Derecho por la Universidad de Valladolid, aunque nunca llegó a ejercer esta carrera. Posteriormente se trasladó a Madrid donde se dedicó por entero a la creación literaria. Durante algún tiempo también se dedicó a la enseñanza pero la abandonaría al ser reconocido internacionalmente como poeta, para dedicarse a partir de este momento plenamente a su obra y a sus actividades de conferenciante.
La infancia y adolescencia de Blas de Otero estuvieron tremendamente marcadas por problemas de carácter familiar y económico, hecho que sin duda influyó decisivamente en su poesía inicial. Llegó a formar parte del bando republicano durante la guerra civil, y finalmente caería prisionero. Tras la guerra, sus comienzos literarios tuvieron lugar en revistas en las que publicaba sus poemas.
Por su trayectoria poética, Blas de Otero resume la evolución de la poesía española de su tiempo con estas palabras: “del yo al nosotros”, para resaltar la transición de la expresión de sus angustias personales a una poesía social. En sus últimos años, se advierten nuevas inquietudes de experimentación formal.
Poesía:
• Cuatro poemas, Editor J. Díaz Jácome, 1941.
• Cántico espiritual, Cuadernos del Grupo Alea, San Sebastián, 1942.
• Ángel fieramente humano, Ínsula, Madrid, 1950.
• Redoble de conciencia, Instituto de Estudios Hispánicos, Barcelona, 1951.
• Pido la paz y la palabra, Ediciones Cantalapiedra, Torrelavega (Santander), 1955.
• Ancia, Editor Alberto Puig, Barcelona, 1958. Prólogo de Dámaso Alonso.
• Parler clair / En castellano, Pierre Seghers, París, 1959. Edición bilingüe de Claude Couffon.
• En castellano, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1960.
• Que trata de España, Ruedo Ibérico, París, 1964.
• Historias fingidas y verdaderas, Alfaguara, Madrid, 1970.
• Que trata de España, Visor, Madrid, 1977. Primera edición completa en España.
• Hojas de Madrid con La galerna, 2010
• Tiburón Blanco
Fuente: wikipedia
Selección poética:
En castellano
Aquí tenéis mi voz
alzada contra el cielo de los dioses absurdos,
mi voz apedreando las puertas de la muerte
con cantos que son duras verdades como puños.
Él ha muerto hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro.
Adelantando el paso a través de las ruinas,
hermosa como un viaje alrededor del mundo.
Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
hemos sufrido mucho.
Yo levanto una copa de alegría en las manos,
en pie contra el crepúsculo.
Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros.
Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.
España, no te olvides que hemos sufrido juntos.
En castellano, 1960
Un mundo como un árbol desgajado
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.
Romper el mar
en el mar, como un himen inmenso,
mecen los árboles el silencio verde,
las estrellas crepitan, yo las oigo.
Sólo el hombre está solo. Es que se sabe
vivo y mortal. Es que se siente huir
ese río del tiempo hacia la muerte.
Es que quiere quedar. Seguir siguiendo,
subir, a contramuerte, hasta lo eterno.
Le da miedo mirar. Cierra los ojos
para dormir el sueño de los vivos.
Pero la muerte, desde dentro, ve.
Pero la muerte, desde dentro, vela.
Pero la muerte, desde dentro, mata.
…El mar la mar, como un himen inmenso,
los árboles moviendo el verde aire,
la nieve en llamas de la luz en vilo…
Basta
Imaginé mi horror por un momento
que Dios, el solo vivo, no existiera,
o que, existiendo, sólo consistiera
en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.
Y que la muerte, oh estremecimiento,
fuese el hueco sin luz de una escalera,
un colosal vacío que se hundiera
en un silencio desolado, liento.
Entonces ¿para qué vivir, oh hijos
de madre, a qué vidrieras, crucifijos
y todo lo demás? Basta la muerte.
Basta. Termina, oh Dios, de maltratarnos.
O si no, déjanos precipitarnos
sobre Ti ronco río que revierte.
Pido la paz y la palabra, 1955
Pido la paz y la palabra
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.
Pido la paz y la palabra, 1955
En el principio
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
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