Al fin hoy puedo escapar de mi enrejada y ruidosa ciudad.
La escapada no sería por autopistas, ni por carreteras nacionales sino por una sinuosa y escondida carretera que logré localizar gracias a mi recuerdo olfativo de la flora a ambos lados del camino, no ayudada por un habitual GPS.
Ya no recordaba en mi oloroso recuerdo, tantos precipicios, acantilados, muchos, reconocidos por mí, aunque no por la conductora a la que debí avisar, advertir, tirar del pelo…
-Tía nos precipitamos, nos matamos, DEP
– ¿Tú que pretendes, mujer?
Tras apretadas curvas, finalmente tuvo a bien frenar.
Ufff, ¡Qué alivio! Estamos en tierra, no navegando por tierras abisales, acariciadas por peces multicolores…
El resultado de activar el pie izquierdo sobre el pedal con toda la fuerza requerida hizo que no descansáramos en paz eterna celestial sino que nos dirigiéramos al hostal terrenal, que de repente ansiábamos tanto .
¿Ansiado?
Para llegar a la habitación, hay un interminable pasillo sombrío iluminado por la silueta terrorífica, con cuchillo en mano no de Jacks el Destripador, no, del mismísimo protagonista del Resplandor, su homónimo en carne y hueso¡¡¡¡¡¡
¿Quién se atreve a cruzarlo?
¿Mejor nos retiramos a nuestros aposentos?
¡Uy, uy, uy…Era más seguro el precipucio!
DetrásdoMarco, martes nublado, 29 de octubre 2019
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