Cecília Meireles
Cecília Benevides de Carvalho Meireles (Río de Janeiro, 7 de noviembre de 1901 — Río de Janeiro, 9 de noviembre de 1964) fue una poeta, profesora y periodista brasileña. Cecília Meireles tuvo tres hijas con el pintor Fernando Correia Dias, entre ellas la actriz María Fernanda Meireles.
Sus padres fallecieron siendo ella muy pequeña, y fue criada por su abuela. Concurrió a la Escuela Normal de Río de Janeiro, entre 1913 y 1916,2 y comenzó a escribir poesía a los 9 años.
Estudió lenguas, literatura, música, folclore y teoría educacional. A los 18 años publicó su primer libro de poesía, que se enmarca en diferentes corrientes literarias, por lo que es considerado «atemporal».
En 1922 se casó con el pintor portugués Fernando Correia Dias, con quien tuvo tres hijas. Correia Dias sufría de depresión aguda y se suicidó en 1935. En 1940 Meireles se casa con Heitor Vinícius da Silveira Grilo, profesor e ingeniero agrónomo.2
Se desempeñó además como periodista, publicando sobre temas educativos (área a la que se mantiene ligada, fundando en 1934 la primera biblioteca infantil de Río de Janeiro). Escribió numerosos libros de literatura infantil, entre ellos: Leilão de Jardim, O Cavalinho Branco, Colar de Carolina, O mosquito escreve, Sonhos da menina, O menino azul y A pombinha da mata.
A partir de 1934, dio conferencias sobre Literatura Brasileña en Portugal (Lisboa y Coímbra) y, en 1936, fue contratada en la Universidad Federal de Río de Janeiro. En 1940 enseñó en la Universidad de Texas.2
Entre 1936 y 1938 colaboró con el periódico A Manhã y con la revista Observador Econômico.2
A lo largo de su carrera pronunció numerosas conferencias alrededor del mundo.
Al fallecer en 1964 es velada con grandes honores públicos, y se designan con su nombre varias escuelas y bibliotecas de Brasil y Chile.
Obras:
(selección por décadas)
-Espectros, Rio de Janeiro, 1919
-Nunca mais…e Poema dos poemas, idem,1923
-Viagem, Lisboa, 1939
-Vaga Música, Rio de Janeiro, 1942
-Mar Absoluto, Porto Alegre, 1945
-Romanceiro da Inconfidência, idem,1953
-Poemas escritos na India, idem, 1961.
Mar Absoluto
Foi desde sempre o mar,
E multidões passadas me empurravam
como o barco esquecido.
Agora recordo que falavam
da revolta dos ventos,
de linhos, de cordas, de ferros,
de sereias dadas à costa.
E o rosto de meus avós estava caído
pelos mares do Oriente, com seus corais e pérolas,
e pelos mares do Norte, duros de gelo.
Então, é comigo que falam,
sou eu que devo ir.
Porque não há ninguém,
tão decidido a amar e a obedecer a seus mortos.
E tenho de procurar meus tios remotos afogados.
Tenho de levar-lhes redes de rezas,
campos convertidos em velas,
barcas sobrenaturais
com peixes mensageiros
e cantos náuticos.
E fico tonta.
acordada de repente nas praias tumultuosas.
E apressam-me, e não me deixam sequer mirar a rosa-dos-ventos.
“Para adiante! Pelo mar largo!
Livrando o corpo da lição da areia!
Ao mar! – Disciplina humana para a empresa da vida!”
Meu sangue entende-se com essas vozes poderosas.
A solidez da terra, monótona,
parece-nos fraca ilusão.
Queremos a ilusão grande do mar,
multiplicada em suas malhas de perigo.
Queremos a sua solidão robusta,
uma solidão para todos os lados,
uma ausência humana que se opõe ao mesquinho formigar do mundo,
e faz o tempo inteiriço, livre das lutas de cada dia.
O alento heróico do mar tem seu pólo secreto,
que os homens sentem, seduzidos e medrosos.
O mar é só mar, desprovido de apegos,
matando-se e recuperando-se,
correndo como um touro azul por sua própria sombra,
e arremetendo com bravura contra ninguém,
e sendo depois a pura sombra de si mesmo,
por si mesmo vencido. É o seu grande exercício.
Não precisa do destino fixo da terra,
ele que, ao mesmo tempo,
é o dançarino e a sua dança.
Tem um reino de metamorfose, para experiência:
seu corpo é o seu próprio jogo,
e sua eternidade lúdica
não apenas gratuita: mas perfeita.
Baralha seus altos contrastes:
cavalo, épico, anêmona suave,
entrega-se todos, despreza ritmo
jardins, estrelas, caudas, antenas, olhos, mas é desfolhado,
cego, nu, dono apenas de si,
da sua terminante grandeza despojada.
Não se esquece que é água, ao desdobrar suas visões:
água de todas as possibilidades,
mas sem fraqueza nenhuma.
E assim como água fala-me.
Atira-me búzios, como lembranças de sua voz,
e estrelas eriçadas, como convite ao meu destino.
Não me chama para que siga por cima dele,
nem por dentro de si:
mas para que me converta nele mesmo. É o seu máximo dom.
Não me quer arrastar como meus tios outrora,
nem lentamente conduzida.
como meus avós, de serenos olhos certeiros.
Aceita-me apenas convertida em sua natureza:
plástica, fluida, disponível,
igual a ele, em constante solilóquio,
sem exigências de princípio e fim,
desprendida de terra e céu.
E eu, que viera cautelosa,
por procurar gente passada,
suspeito que me enganei,
que há outras ordens, que não foram ouvidas;
que uma outra boca falava: não somente a de antigos mortos,
e o mar a que me mandam não é apenas este mar.
Não é apenas este mar que reboa nas minhas vidraças,
mas outro, que se parece com ele
como se parecem os vultos dos sonhos dormidos.
E entre água e estrela estudo a solidão.
E recordo minha herança de cordas e âncoras,
e encontro tudo sobre-humano.
E este mar visível levanta para mim
uma face espantosa.
E retrai-se, ao dizer-me o que preciso.
E é logo uma pequena concha fervilhante,
nódoa líquida e instável,
célula azul sumindo-se
no reino de um outro mar:
ah! do Mar Absoluto.
Antologia da Poesia Brasileira. Biblioteca Básica Verbo, 1970
Mar absoluto
Desde siempre existió el mar,
Y multitudes del pasado me empujaban
Como a barco olvidado
Ahora recuerdo que hablaban
de la revuelta de los vientos
de linos, de cuerdas, de hierros
De sirenas habituadas a las costas.
Y el rostro de mis abuelos daba a
mares de Oriente, con sus corales y perlas,
y a mares del Norte, duros de hielo.
Será conmigo con quien hablan,
entonces debo ir.
Porque no hay nadie más
no, no habrá nadie más,
tan decidido a amar y a obedecer a sus muertos.
Y tengo que buscar a mis tíos remotos ahogados.
Tengo que llevarles redes de rezos,
campos convertidos en velas,
barcas sobrenaturales
con peces mensajeros
y santos náuticos.
Y me quedo pasmada,
despierta de repente en las playas tumultuosas.
Y me apuran, ni siquiera me dejan mirar la rosa de los vientos.
“¡Adelante! ¡Por alta mar!
¡Liberando al cuerpo de la lección frágil de la arena!
¡Al mar! – Disciplina humana para la empresa de la vida”
Mi sangre se entiende con esas voces poderosas.
La solidez de la tierra, monótona,
nos parece flaca ilusión.
Queremos la gran ilusión del mar,
multiplicada en sus peligrosas mallas.
Queremos su robusta soledad,
una soledad por todos los costados,
una ausencia humana que se opone al mezquino hormiguear del mundo,
y convierte en macizo el tiempo, libre de las luchas de cada día.
El aliento heroico del mar tiene su polo secreto,
que sienten los hombres, seducidos y miedosos.
El mar, es sólo mar, desprovisto de apegos,
muriéndose y recuperándose,
corriendo como un toro azul a través de su propia sombra,
y arremetiendo con bravura contra nadie,
y siendo después la pura sombra de sí mismo,
vencido por sí mismo. Es su gran labor.
No precisa del destino fijo de la tierra,
aquel que, al mismo tiempo,
es el bailarín y su danza.
Tiene un reino de metamorfosis, como experiencia:
su cuerpo es su propio juego,
y su eternidad lúdica
no gratuita: mas perfecta.
Baraja altos contrastes:
caballo épico, anémona suave,
se entrega de todo, desprecia todo,
se sustenta en su prodigioso ritmo
jardines, estrellas, colas, antenas, ojos,
mas extínguese, ciego, desnudo, apenas dueño de sí,
de su categórica grandeza despojada.
No se olvida de que es agua, cuando desdobla sus visiones:
agua de todas las posibles,
mas sin ninguna flaqueza.
Y como agua me habla.
Me echa caracolas, como recuerdo de su voz,
y estrellas erizadas, como invitación a mi destino.
No me llama para que siga por encima de él,
ni dentro de sí:
mas para que me convierta en él mismo. Es su mayor don.
No me quiere arrastrar como antaño a mis tíos,
ni conducida lentamente,
como a mis abuelos, de serenos ojos certeros.
Me acepta a penas convertida en su naturaleza:
plástica, fluida, disponible,
igual a él, en constante soliloquio,
sin exigencias de principio a fin,
desprendida de tierra y cielo.
Y yo que vine cautelosa,
a buscar gente del pasado,
sospecho que me confundí,
que hay otras órdenes, que no habían sido oídas bien;
que otra boca hablaba: no sólo la de antiguos muertos,
y el mar al que me envían tiene poco de este mar.
Este mar no es el que retumba en mis vidrieras,
sino otro, que se parece a él,
como se parecen los bultos de los sueños dormidos.
Y entre agua y estrella estudio y soledad.
Y recuerdo mi herencia de cuerdas y anclas,
y encuentro todo sobre-humano.
Y este mar visible levanta para mí
una faz espantosa.
Y se retrae, cuando me dice lo que preciso.
Y al instante es una pequeña concha burbujeante,
mancha líquida e inestable,
célula azul sumiéndose
en el reino de otro mar:
¡ah! del Mar Absoluto
Antología de la Poesía Brasileña. Biblioteca básica Verbo, 1970
Traducción: Stella Maris
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