La antigua carretera provincial, estrecha e insuficiente para los tiempos que corren, desde hace un tiempo se ha convertido en un florido y verde vergel puertas afuera de ciertas viviendas que están construidas ya hace años, con permiso o no, a escasos metros de la referida carretera.
Sus propietarios plantan a pocos centímetros de la cuneta rosales y sobre todo elaborados setos, limítrofes al asfalto.
No vaya a ser que de un momento a otro, los organizadores de vías, autovías o circunvalaciones urbanas decidan con premura que ya es tiempo de indemnizarlos a todos. En ello piensan sin duda, cuando los cuidan. Intentan alargar lo máximo posible sus lindes, no con usura sino con una inhabitual y alegre generosidad.
Por eso ahora que los contemplo con perplejidad a su paso, a lo largo de sus propiedades, no pienso en estos propietarios pillos, ambiciosos y avisados, más bien me viene en gana calificar a estos inocentes rosales, o a estos setos alineados, de millonarios.
Sobreira, 11 de agosto 2017
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