Stella

Je m´étais endormi la nuit  près de la grève.

Un vent frais m´éveilla, je sortis de mon rêve,

J´ouvris les yeux, je vis l´étoile du matin.

Elle resplendissait au fond du ciel lointain

Dans une blancheur molle, infinie et charmante.

Aquilon s´enfuyait emportant la tourmente.

L´astre éclatant changeait la nuée en duvet.

C´était une clarté qui pensait, qui vivait;

Elle apaisait l´écueil où la vague déferle;

On croyait voir une âme à travers une perle.

Il faisait nuit encor, l´ombre régnait en vain,

Le ciel s´illuminait d´un sourire divin.

La lueur argentait le haut du mât qui penche;

Le navire était noir, mais la voile était blanche;

Des goëlands debout sur un escarpement,

Attentifs, contemplaient l´étoile gravement

Comme un oiseau céleste et fait d´une étincelle;

L´Océan, qui ressemble au peuple, allait vers elle,

Et, rugissant tout bas, la regardait briller,

Et semblait avoir peur de la faire envoler.

Une ineffable amour emplissait l´étendue.

L´herbe verte à mes pieds frissonnait éperdue,

Les oiseaux se parlaient dans les nids; une fleur

Qui s´éveillait me dit: c´est l´étoile ma soeur.

Et pendant qu´à longs plis l´ombre levait son voile,

J´entendis une voix qui venait de l´étoile

Et qui disait:- Je suis l´astre qui vient d´abord.

Je suis celle qu´on croit dans la tombe et qui sort.

J´ai lui sur le Sina, j´ai lui sur le Taygete

Je suis le caillou d´or et de feu que Dieu jette.

Comme avec une fronde, au front noir de la nuit.

Je suis ce qui renaît quand un monde est détruit.

Ô nations¡ Je suis la poésie ardente.

J´ai brillé sur Moïse et j´ai brillé sur Dante.

J´arrive. Levez- vous, vertu, courage, foi!

Penseurs, esprits, montez sur la tour, sentinelles¡

Paupières, ouvrez-vous, allumez-vous, prunelles,

Terre, émeus le sillon, vie, éveille le bruit,

Debout, vous qui dormez! – car celui qui me suit,

Car celui qui m´envoie en avant la première,

C´est l´ange Liberté, c´est le géant Lumière!

 

Les Châtiments, 1853

 

 

 

Stella  2

Me había adormecido de noche cerca del arenal.

Un viento fresco me despertó, salí de mi sueño.

Abrí los ojos, vi la estrella matutina.

Resplandecía en el fondo de un lejano cielo

Con una blancura blanda, infinita y encantadora.

Aquilón emprendía su huida llevándose la tormenta.

El astro centelleante cambiaba el nubarrón por algodón.

Era una claridad que pensaba, que vivía;

Apaciguaba el escollo contra el que la ola estalla:

Se podría ver un alma a través de una perla.

Aún era de noche, la sombra reinaba en vano,

El cielo se iluminaba con una sonrisa divina.

El resplandor argentaba la punta del mástil que se inclina;

El navío era negro, la vela era blanca empero;

Unas gaviotas de pie sobre un escarpado,

Atentas, contemplaban la estrella gravemente

Como un pájaro celeste y hecho de destello;

El Océano, que se asemeja al pueblo, iba hacia ella,

Y, rugiendo en bajo, la miraba brillar,

Y parecía tener miedo de   volar.

Un inefable amor llenaba la superficie.

La hierba verde a mis pies se estremecía consternada,

Los pájaros se hablaban en sus nidos; una flor

Que se despertaba me dijo: es mi hermana, esa estrella.

Y mientras que con largos pliegues levantaba la sombra su velo,

Oí una voz que venía de la estrella

Y que decía: -soy el astro que viene primero.

Soy la que creen en la tumba y sale.

Resplandecí sobre el Sinaí, resplandecí sobre el Taigeta;

Soy el pedernal de oro y de fuego que Dios arroja,

Como con una honda, a la frente negra de la noche.

Soy la que renace cuando un mundo es destruido.

¡Oh naciones! Soy la poesía ardiente.

Brillé sobre Moisés y brillé sobre Dante.

El león océano está enamorado de mí.

Aquí estoy. ¡Levantaos, virtud, coraje, fe!

Pensadores, espíritus, subid a la torre, ¡centinelas!

Párpados, abríos, encendéos, pupilas,

Tierra, remueve el surco, vida, despierta el ruido,

¡De pie, aquellos que dormís! – pues el que me sigue,

Pues el que me empuja hacia adelante en verdad

¡Es el ángel Libertad, es la gigante Luz!

 

Los Castigos, 1853

XV-Libro sexto

 

 

2  Traducido por primera vez por Francisco Antonio Gavidia Guandique, 1865, publicado en Versos, 1884.

 


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