Dos gustos poderosos, y diría pasiones si las hubiera sufrido han dominado y
consolado mi vida: el de los libros, el de las flores. En ellos se encuentran, se
encuentran en ellas un mismo remedio contra los males del alma. Las flores son
las páginas cambiantes y embalsamadas del poema de las estaciones, un libro
escrito en todas las lenguas, que prestan a nuestros sueños alas perfumadas
para recorrer la tierra y elevarse por encima de ella. Los libros son unos jardines
en donde el espíritu de todos los siglos sembró flores de todas las épocas y de
todos los climas; flores inmóviles que nos transportan a donde no estamos, a
donde querríamos estar; flores que son casi magas, que evocan para el alma
unos países con encanto. ¡Cuántos versos inéditos de Virgilio se leen en un
parterre! ¡Cuántos parterres desconocidos se respiran en los versos de Virgilio!
El libro del paseante, 1854
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