Han pasado dos años ya de tu viaje sin retorno. Transcurrido el tiempo más consciente soy de la inestimable amistad habida entre ambas.
Como con el amor, cuando la persona amada desaparece, es en ese momento cuando el otro aprecia más aquello que poseía, así me ha sucedido a mí con tu amistad.
Sin duda que la apreciaba y la distinguía de otras vanas, sin embargo con la añoranza, con el vacío, con la certeza de que no te quería reemplazar fue como asumí paulatinamente tu ausencia.
Quien haya dicho: “A rey muerto, rey puesto” ha errado profundamente ya que es una apreciación completamente superficial.
Por mucho que avance la ciencia, afortunadamente somos irrepetibles, por lo tanto, insustituibles.
Ahora atesoro nuestra amistad y agradezco al destino que la hayamos disfrutado durante un lapso de tiempo extendido, de manera que nos sirvió para enriquecernos mutuamente.
Querida Bea, te conocía, mas desconocía tu gran fortaleza interior. Ésa que demostraste ante tu irreversible enfermedad conocedora de su gravedad desde el primer momento.
Estando enferma, dedicaste tiempo para resolver cuestiones no propias sino encaminadas a facilitar la vida a tu hijo. Era exclusivamente a él a donde se dirigían tus pensamientos y preocupaciones. Así nos lo transmitías a tu entorno familiar y amistoso.
Admirable Bea. Qué poco te quejaste, qué poco hablabas de tu enfermedad y cómo abrías los brazos, los oídos y la boca a preocupaciones nimias de los otros a los que intentabas consolar!!!
Tu desprendimiento, tu generosidad, tu elegancia ha engrandecido tu alma y me ha servido de modelo a seguir en el futuro.
Gracias por existir, gracias por tu gran amistad y gracias por la lección que has dado al mundo por haber sabido estar, en momentos tan duros para ti.
Hasta siempre, querida amiga
Stella Maris
Vigo, 22-03-14
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