de mí, si tu pared, en cal viva, no estuviera rozando, tendiéndole la mano a esta, contigua, desahuciada, desprovista de recubrimientos, si bien repleta de incontables telarañas de olvido?
Dentro de ella se vislumbra un inmenso túnel de deseos superpuestos acallados por múltiples objetos, provenientes del almacenamiento de situaciones simultáneas, de sucesivos traslados, de circunstancias vitales imprevistas.
Huecas sensaciones, desórdenes del alma cohabitan, dentro de esta casa colindante, desmoronada hoy ya irremisiblemente. Es evidente: ventanas y persianas cerradas, cortinas polvorientas, plantas resecas por la excesiva presencia o por la total ausencia de rayos solares, además de un cúmulo de enseres necesarios rechazados quizá por falta de espacio en otra futura vivienda o por la urgencia en la mudanza.
Es un recíproco abatimiento, es un vacío en esta casa-alma deshabitada, desangelada aunque materialmente bien ocupada por infinidad de cajas, electrodomésticos fantasma, bolsas repletas de desechos, debido a premuras de último momento.
¿Qué hubiera sido de mí, si tu pared amiga, no hubiera contenido, contundente, la proximidad de la desmoronada, desprovista, desasistida, abandonada?
¿Qué hubiera sido de mí, sin la existencia necesaria de la solidez de tu casa?
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